jueves, 19 de julio de 2012

EL DESARROLLO DE LA COMIDA ENLATADA

    Cuando Napoleón casi perdió la batalla de Marengo en 1800, debido a la falta de alimentos para su ejército, decidió ofrecer grandes premios en metálico a quien propusiera nuevas maneras de preservar alimentos que pudieran ser llevados en campañas militares. Ya se ahumaba el pescado.Se salaba la carne, y se sabía que el frío preservaba cualquier alimento. Pero fue Nicholas Appert, un embotellador de champaña, quien ideó la primera comida "embotellada": cocidos, sopas, pequeñas frutas. Embotellaba los alimentos y después de sellados los envases, los herbía, aunque no tenía idea precisa de que el calor del agua esterilizaba en parte los alimentos.Pronto, en 1807, la marina francesa se llevaba a la guerra frijoles,chícharos y sopas embotelladas por la fábrica de Appert,de 50 empleados. Appertlo había logrado: sus alimentos duraban ¡8 meses en buen estado! Recibió su codiciado premio napoleónico y hasta publicó un libro sobre sus logros.
    Pero fueron dos industriales ingleses quienes llevaron la idea original de Appert más adelante, a la lata propiamente dicha. John Hall y Byan Donkin compraron los derechos de la patente de Appert para uso en su país. En 1813, la familia real británica recibió una lata de cartón con carne de res en conserva. Para 1818, la Marina Real adquiría decenas de miles de latas de alimentos.Y para 1830, la comida enlatada llegó a las tiendas y al gran público,¡aunque era carísima! Pero no fue sino hasta después de 1855 cuando se perfeccionó la técnica de esterilización delosalimentos antes de enlatarlos o embotellarlos, y mucha gente murió debido a envenenamiento por conservas putrefactas.

    ¡Aunque Ud. no lo crea! Al principio, las latas se abrían con martillo y cincel. Así es; el abrelatas se inventó sino hasta muchos años después de la lata misma. En la actualidad los hay hasta eléctricos, pues fue realmente hasta el siglo XX cuando la comida en lata se abarató y se hizo de consumo netamente popular.

        *Tomado de Aunque usted no lo crea de Ripley, año 2, núm. 7, pág. 12, 1933.

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